CONGRESOS ACADÉMICOS

Cuando uno va a un estadio de fútbol y observa el comportamiento de la gente en las tribunas puede hacer una radiografía del público asistente y caracterizar los distintos tipos de hinchas.
El procedimiento es análogo para cualquier práctica social que involucre a un grupo de personas con intereses semejantes; por ejemplo, los congresos académicos de alguna especificidad del saber como congresos de literatura, historia, economía, ingeniería en petróleo, arquitectura, etc.
Ahora sí, después de esta larga introducción, lo invito lector, lectora a participar conmigo de un congreso académico. Venga, pase.

Lo primero que hacemos es acreditarnos; le aviso, llevamos un pequeño trabajo que nos da la categoría de “expositores”, ingresar en este estamento supone que nos cuelguen una tarjetita que les informa a los asistentes para qué venimos al congreso, y eso provocará una mirada diferente entre colegas.

Después viene la recepción—antes hay que escuchar alguna conferencia por parte de una personalidad destacada—allí comemos algo livianito, saludamos a conocidos de otros congresos y si somos nuevos en el ambiente, nos quedamos a un costado y atacamos los canapés mientras soportamos las miradas interrogativas de la concurrencia.

Los/as conferenciantes o personajes ilustres se distinguen de los comunes expositores porque siempre van rodeados de un pequeño cortejo, generalmente los organizadores, que no los/as dejan ni a sol ni a sombra.

Como en cualquier congreso del saber hay jerarquías, uno de los criterios, sépalo, es el de la vestimenta. Muchas veces el prestigio de los participantes suele medirse en el caso de los hombres (y si es invierno) por el largo de los sobretodos, mientras más larga e imponente sea la prenda mayor es el currículo, debe acompañarse con un traje a tono con la gravedad del académico.

En el caso de las mujeres la reputación se mide por la solidez del tapado que deja ver un vestido o tailleur de buena confección combinado con un discreto y persistente perfume importado y alguna alhaja señorial.

Bueno, venga, nos toca exponer en una de las cuatro comisiones. Entramos y veo su cara de sorpresa e interrogación, imagino que se está preguntando dónde está el público ya que todos llevamos los redundantes señaleros de papel; si usted se concentra verá que agazapados en ambos rincones, allá en el fondo del salón hay dos estudiantes que pretenden tomar apuntes. El resto son colegas que nos apoyan y que luego deberemos apoyar cuando a ellos les toque el turno.

Luego de las presentaciones, empezamos. Lee su ponencia una joven académica, y otra vez usted me mira con ojos desesperados. Ya sé, se preguntará si es un congreso de lectura veloz. No, pero usted sabe, los nervios, a veces el baño es una urgencia que se presenta en el momento de la lectura, es posible que la dama tenga cistitis, no hay que descartarlo, suele suceder. Termina ¿No entendió nada, me dice?, no se preocupe, con esa avalancha de palabras quién puede, pero haga como que sí.

Veo su ansiedad, paciencia que faltan dos participantes más y en la próxima columna leemos nosotros.

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