SABORES ROMANOS


Roma ha sido en nuestro imaginario y gracias al cine, símbolo del descontrol, de la desmesura en las costumbres. De las orgías a los grandes banquetes, de las borracheras a los vomitorios que permitían a los comensales, una vez vaciado el estómago, seguir comiendo; de las salsas y aderezos impensados hasta el exotismo, de platos tan refinados como las lenguas de flamenco. Por supuesto que esto no fue así, o si lo fue hay que limitarlo a determinadas épocas y en ámbitos muy reducidos. La mayoría del pueblo romano hacia gala de una gran frugalidad en el comer.

Pero dejemos el terreno cenagoso--para este amanuense--de la historia y pasemos al de la literatura. Como los mesopotámicos, como los hindúes, como los griegos, en Roma también se cultivó la fábula y entre sus autores es imposible no mencionar a Fedro. Este autor utiliza la fábula básicamente como una crítica de las costumbres de su época. Para nuestros propósitos, la fábula viene a cuento porque es también un género cuyo espacio central esta medianamente ocupado por la comida.

Es en este mundo donde la comida significa supervivencia y en muchas de estas historias el juego consiste en comer y no ser comido. El león es quien menos problemas de menú tiene, así en varias historias devora asnos, ciervos, zorros, caballos, corderos. El lobo es otro omnívoro famoso, aunque los ovinos son su plato preferido. Famoso es el deseo de atrapar por parte de la zorra el trozo de queso o de carne que tiene el cuervo en las alturas.

En muchos autores romanos figura la mención a comidas, así el poeta satírico Juvenal nos brinda variada información sobre la vida cotidiana en el Imperio, por ejemplo sabemos de la importancia del pan en la dieta diaria; también lo hace su amigo Marcial, al referirse, en este caso, al garum (una especie de salsa que acompañaba a todos los platos. Su sabor era muy fuerte. Se hacía con pescado al que se le echaba sal y se dejaba que se descompusiese. Después se trituraba convirtiéndolo en un líquido espeso).

Pero quien nos da un fresco de las costumbres culinarias exóticas en tiempos de Nerón es El Satiricón de Petronio. De ese texto transcribimos el siguiente fragmento: “A esta lamentación siguió un plato no tan grande como esperábamos, pero tan original que provocó nuestra admiración. Era un repositorio redondo con los doce signos dispuestos alrededor. Sobre Aries, garbanzos picudos. Sobre Tauro, un trozo de buey. Sobre Géminis, criadillas y riñones. Sobre Cáncer, una corona. Sobre Leo, un higo de África. Sobre Virgo, una vulva de marrana virgen. Sobre Libra, una balanza con un pastel en un platillo, y un bizcocho en el otro. Sobre Escorpio, un pececillo de mar. Sobre Sagitario, un caracol. Sobre Capricornio, una langosta marina. Sobre Acuario, un ganso. Sobre Piscis, dos lisas. En el centro había un terrón que sostenía un panal de abeja”.

No debe creerse que esto era la normalidad, como en toda literatura siempre existe la exageración, la deformación. Las letras latinas son en muchos casos un verdadero portal de refinamiento culinario.

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