¿TRADICIÓN/ES ARGENTINA/S?
Hasta aquí íbamos bien, ya que lo empleamos en las tradiciones familiares, el problema se vuelve engorroso cuando las aplicamos a una región, o a un país. En nuestro caso ante la pregunta ¿Cuál es la tradición argentina?, nuestras respuestas categóricas giran en torno a la cultura rural: el gaucho, la jineteada, el campo, el folclore y demás.
Sin embargo puede sonar muy raro fundar como símbolo de nuestra tradición el mundo rural en un país en el que la mayoría de sus habitantes son urbanos. ¿Cómo explicarle a un o una joven de cualquier ciudad grande de Argentina que su tradición proviene del campo, cuando para la generalidad de ellos y ellas es un territorio televisivo o bien completamente desconocido e indiferente? ¿Es el mundo pastoril y sus emblemas lo propio argentino? ¿Tiene algún sentido hoy la palabra “gaucho” para la urbanidad, o bien para el altiplano jujeño o el valle del río Santa Cruz? Las preguntas y la polémica pueden seguir acumulándose.
Cuando se recorre esa “heterogeneidad multitemporal” y multiterritorial propia de nuestro país, vemos que resulta demasiado simplificador proponer una tradición apuntalada en determinadas costumbres y usos de algunas regiones. Desde una óptica tradicionalista se igualan tradición e identidad, concepto dinámico por naturaleza –ya que la identidad de un país es siempre una permanente construcción—que aquí se cristaliza. Para esta visión la tradición y la identidad ya están dadas, son algo “natural”; y emergen en las respuestas que damos cuando nos interrogan sobre “lo nuestro”.
¿Cómo fue posible llegar a esto? Gracias a una operación llevada adelante por intelectuales e instituciones a fines del siglo XIX y primeras dos décadas de la centuria pasada. Entre los intelectuales, dos se destacan, Lugones y Ricardo Rojas; entre las instituciones, la prensa, la universidad y la escuela.
Situar al gaucho, una clase social olvidada y a punto de desaparecer, en el centro del campo intelectual y literario del país fue el gesto de resistencia desesperado de la clase dominante para “preservarse” y preservar la identidad argentina ante el aluvión inmigratorio que cambiaría para siempre la fisonomía de la nación. Los festejos por el Centenario (1910) ayudaron a consolidar esta imagen de lo puramente nacional frente a los recién llegados.
Si los inmigrantes se “apropiaron” de la ciudad, la clase dominante (y urbana) argentina miró al campo y al pasado para erigir un territorio simbólico propio que marcara su singularidad. Si antes usó el gaucho para el trabajo y las guerras, ahora lo usa para armarse una genealogía.
Según Graciela Montaldo las tradiciones son “un conjunto de discursos, prácticas y valores que, fijando sentidos sobre el pasado, se activan en el presente y se colocan respecto de los contemporáneos con pretensiones hegemónicas...”. Es decir que somos nosotros quienes damos o no sentido a estas tradiciones y con todo derecho podemos cuestionarlas y repensarlas.
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