MUJERES Y ESCRITURA III
“Como decíamos ayer”, dicen que dijo Fray Luis de León, el gran
poeta renacentista, el día que volvió a su cátedra de Salamanca luego de pasar
varios años en las cárceles de la inquisición. En mi caso—y salvando las
siderales distancias—podría comenzar diciendo “como decíamos a comienzos de
enero” y recordarte que estábamos tratando de las mujeres y la escritura, y que
después de andar por la antigua Grecia avanzábamos hacia Roma, ese mundo hecho
de siglos y distancias.
En la vastedad de Roma, es imposible decir qué pasaba con la mujer
porque a través del tiempo la consideración fue variando; y mutable era
también la atención prestada a la figura femenina en las diferentes regiones
del imperio. En una tumba podemos leer el siguiente epitafio que es una síntesis
apretada de la función social de la mujer romana en los primeros tiempos: “Extranjero, no tengo mucho que decirte.
Esta es la tumba no hermosa de una mujer que fue hermosa. Sus padres la
llamaron Claudia. Amó a su marido con todo su corazón. Dio a luz dos hijos. Uno
lo deja en la tierra, al otro lo ha enterrado. Amable en el hablar, honesta en
su comportamiento, guardó la casa, hiló la lana. No tengo más que decirte.
Sigue tu camino.”
En la evolución del comportamiento femenino, las mujeres lograron cada
vez mayor libertad, y de estar recluidas en sus casas y educar a sus hijos e hijas
pasaron a inquietar a los varones en los asuntos públicos. Apiano cita el caso
de Hortensia, una célebre matrona que ante el aumento desmedido de impuestos
salió ella misma a defender a las mujeres independientes: “¿Por qué hemos de
pagar tributos nosotras que no tenemos participación en magistraturas, honores,
generalatos, ni, en absoluto, en el gobierno de la cuestión pública…?”
Poco material escrito por mujeres romanas ha llegado hasta
nuestros días. Se da el caso de Sulpicia (s.Ia.C), mujer de noble familia de la
zona de Aquitania. Se menciona como autora de una sátira contra Domiciano y de
algunos epigramas elegiacos conservados gracias al poeta Tibulo. Acá te dejo unos
poquitos versos de Sulpicia, atiende al sentido general, ya que hice una
traslación muy libre que seguramente hará a la poeta inquietarse en su tumba: “Mi luz, ¿ya no me quieres más?/ Lo veo en
la forma en que me tratas hace días./ Si alguna vez en mi vida juvenil/ hice
algo tan estúpido como lo que hice/ ayer, cuando te dejé solo,/ porque yo no
quería mostrar mi amor”. De las pocas líneas conservadas, aparece la voz
poética envuelta en un halo de vergüenza, como si le costara sostener la
palabra. Unos versos sugerentes en los que Sulpicia se planta y dice lo que
vale como mujer y sobre todo como mujer que escribe, te los traduzco a vuela
pluma: “Por fin, el amor que he esperado
ha llegado./(No hay vergüenza en decirlo: no cubro mi faz)./ Venus mantuvo su
promesa: ahora puedo contar/ mi alegre historia a los que no creen./ Estuve a
punto de no escribir nada sobre mi amado./ Pero me alegro de haberlo hecho:/ (Por
qué usar una máscara mojigata,/si ésta que soy es lo suficiente mujer para él)”.
De otras escritoras apenas nos han llegado testimonio pero no su
obra; así Cornificia (s. I. a.C) fue considerada la mejor poeta de su tiempo;
sin embargo no se han conservado ni siquiera versos aislados. Hubo otras pero
ya pertenecen al mundo cristiano-romano que será tema del próximo escrito.
Comentarios
Publicar un comentario
Comentá acá.