ELLA

Ella estaba escondida, agazapada tras las bardas, o no, tan grande no es; estaba tras algunos pinos de la casa, o en el jardín. O quizás sí es tan grande que se escondía cerca del río o a espaldas del pueblo.

Ella estaba, estaba siempre como una pancarta gigante o una desvalida y uniforme piedra que sufría el rigor de mi peso. Ella, allí, tan lejos y tan cerca. Yo buscaba otras cosas, miraba más allá, todo lo que no está pertenece al horizonte.

Pero un día, llegó como una música, fue una lenta melodía dejándose entrever, venía de cuatro bancos adelante, y desde la magia de unas palabras que eran las de todos los días, pero que ahora, puestas de una manera misteriosa producían un efecto especial, único. Del oído pasó a la sangre, a los tejidos, a los órganos y después la infección.

Entonces sí la descubrí en todos los sitios y ella salía de todos los escondites y le dio un nuevo sentido al mundo.

Ella, que es inmortal y pobre y que vuelve como la aurora y el ocaso. Ella que es capaz de convertir el ultraje de los años en una música, un rumor, un símbolo. Ella vino primero pura, vestida de inocencia y la amé como un niño.

Con el tiempo cuando adolescencia encendía rubores, ahí estabas haciendo el don de todos los prodigios, encarnando el delirio, el resplandor salvaje del sexo. Y...se quitó la túnica y apareció desnuda toda, desnuda mía para siempre.

Y a pesar de los otros y sus advertencias de que no ganará plata con ella, no entrará al cine gratis con ella, no conseguirá tabaco o vino por ella ni alcanzará el perdón o gracia por ella. Nada oigo, salvo una ambición: la palabra en el tiempo.

Ella es un arma cargada de futuro; todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo; busco tu suma, vos que hacés temblar a un hombre en una galería de museo. Hacés de mi vida esta ceremonia demasiado pura.

Ella es siempre celebración aunque en sus bordes se refleje el infierno, aunque el tiempo se crispe como un órgano herido. Aunque sea a veces la camisa férrea de mil puntas cruentas que dejan caer las gotas mi melancolía. Pero su paso es más largo que la vida.

Ella es un decir que es un hacer, dice lo que calla y calla lo que digo. Ella es misterio, conocimiento, salvación, poder, abandono. La poesía, caracol donde resuena la música y el sentido del mundo. Y el poema, el lugar del encuentro. El sitio del abrazo entre la poesía y el hombre.

La poesía transforma la mirada, el poema es participación en el que dos personas, poeta y lector o lectora se comunican con las palabras y más allá de ellas. Comunicación casi mística. Imagen revelada.

Si no podremos nunca acceder al núcleo secreto y último de la poesía, sí podemos rodearla, tocar levemente su huidiza presencia. Experiencia humana que nos vuelve por un instante semejantes a los dioses.


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