ARQUÍ + LOCO


En la columna anterior habíamoss hablado del maridaje entre música y poesía en la antigua Grecia. La elegía y su solemnidad dan paso a una nueva manera de poetizar.

En lo formal aparecen nuevos versos, entre ellos el yambo que tuvo gran aceptación y será usado posteriormente en la tragedia y la comedia. Este verso al parecer deriva de canciones populares obscenas y satíricas, relacionadas con el culto al dios del vino, Dioniso; y se lo utiliza para tratar temas jocosos, injuriantes en los banquetes, reuniones donde se danza, se come y se canta.

Posiblemente del canto se pasó a la recitación. Hay testimonios que señalan que estos poemas estaban acompañados por algún instrumento de cuerda como la cítara o bien por la flauta, lo cierto es que la música fue perdiendo relevancia con el andar del tiempo.

La historia de la literatura está plagada de personajes excéntricos, escritores o escritoras que en sus escritos o costumbres provocan escándalo al cuestionar la sociedad en la que viven. Quizás el primer excéntrico haya sido Arquíloco de Paros (hacia el 650 a.C.), también el primero que dominó con maestría el verso yámbico.

Si las voces de Solón, Tirteo son la encarnación poética de una voz social, con Arquíloco la poesía se vuelve plenamente individual, contestataria ya que su autor no tiene ningún problema en decir lo que siente, sin importarle oponerse a las ideas dominantes de su época.

El mercenario Arquíloco dice esto: “ Algún tracio alardea con mi escudo, arma sin tacha,/ que tras un arbusto abandoné, sin que yo lo quiera. / Puse a salvo mi vida. ¿Qué me importa a mí aquel escudo?/ ¡Bah! Me compraré uno mejor.” Imaginemos este texto en una sociedad donde la valentía, el honor eran valores esenciales para el hombre, el poeta no sólo no calla haber tirado el escudo y haber huido, sino que en el fondo se ufana de ello ya que esa acción le permitió salvar su vida.

En otro fragmento guerrero se complace en la crueldad, dice Siete son los muertos, que a la carrera alcanzamos, / y los matadores somos mil...” Por textos como los anteriores sufrió críticas y pleitos, a todos enfrentó con un ingenio corrosivo y palabras filosas que le dieron fama.
Capaz de sentimientos extremos y violentos, el amor y el odio recorren sus poemas. Cuenta la leyenda que prometido de Neóbule, no pudo casarse porque Licambes, su padre, anuló el compromiso. Esto provocó el odio de Arquíloco que denigró e injurió a toda la familia con versos terribles.

Ya lo había anticipado en otros fragmentos: “Sé sólo una cosa importante: responder/ con daños terribles a quien daños me hizo”. En otro texto la emprende con su ex suegro: “Padre Licambes, ¿qué es lo que tramaste? /¿Quién perturbó tu entendimiento? Antes/ estabas en tus cabales. Pero ahora eres/ el hazmerreír de todos”.

Arquíloco también es el primero que introduce la fábula en estos poemas de banquete. Aquí un fragmento de una fábula contra el padre de su novia. “Muchos trucos conoce la zorra, pero el erizo uno decisivo”.

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