EL SIGLO DE ORO Y LA COMIDA

Luis de Góngora
Retomamos este recorrido que hacemos por la buena mesa y los buenos libros. Antes de continuar con los autores que escriben en castellano, es inevitable recalar en una obra francesa que podemos considerar como un verdadero obelisco culinario y sus excesos. Claro, me refiero a la obra de Rabelais (1483-1553 ) "Gargantúa y Pantagruel".

Participar de una cena pantagruélica, comer como un gargantúa son expresiones frecuentes cuando se habla de una mesa colmada y de conductas muy cercanas a la gula. Gargantúa y Pantagruel, padre e hijo, son dos verdaderos comilones que le sirven al autor para dar una completa sátira social y política de su tiempo. Para ilustrar la exageración, lo hiperbólico del estilo de Rabelais cito aquí la fiesta que da Grandgousier por el nacimiento de su hijo Gargantúa: "...Habían hecho matar trescientos sesenta y siete mil catorce de estos bueyes para ser salados... y poder disponer así, llegada la primavera, de abundante carne aderezada para ser servida al comienzo de la comida... Las tripas fueron copiosas... Pero la gran diablura de los cuatro personajes era que no había posibilidad de conservarlas por más tiempo porque se habrían podrido... Por ello se convino en que las devorarían hasta no dejar nada".

Y ahora sí volvamos a nuestra senda, ya transitamos los caminos del Quijote, ahora un muestra sucinta de otros autores. Colmo de su poco aprecio por la comida y sí por el vino es Celestina, a quien "un cortezón de pan roído de ratones me basta para tres días".

Distinto es el parecer de Luis de Góngora (1561-1627) que escribió un poema titulado "Filosofía de la panza" y que comienza así: "Ande yo caliente,/ y ríase la gente./ Traten otros del gobierno,/ del mundo y sus monarquías,/ mientras gobiernas mis días,/ mantequillas y pan tierno,/ y las mañanas de invierno/ Naranjada y aguardiente,/y ríase la gente". En este poema se habla de morcillas, de bellotas y castañas, pasteles, comida sencilla y abundante opuesta a los manjares de los ricos.

Uno de los elementos básicos de la cocina de los siglos XVI y XVII es el tocino, éste le viene muy bien a Quevedo (1580-1645) para achacarle a Góngora su genealogía hebrea: "untaré mis escritos con tocino/por que no me los muerdas, Gongorilla, ...".

Y ya que hablamos de Quevedo, en su novela picaresca titulada "La vida del buscón" aparece la preocupación constante por la comida y está la sátira del autor contra los hidalgos venidos a menos que quieren representar lo que no son: "Somos susto de los banquetes, polilla de los bodegones, cáncer de las ollas y convidados por fuerza; sustentámonos casi del aire", y en la novela que inicia el género picaresco, "El lazarillo de Tormes", su protagonista, Lázaro, refiere los trabajos cotidianos para conseguir un poco de comida. En la mayoría de los casos su relación con los distintos amos está condicionada por la escasez. Pero dejémonos de citas que ya es hora de un buen plato.

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