LOPE Y LA COMIDA

Casa de Lope en Madrid
Si hay un personaje denodadamente novelesco en la historia de la literatura, ése es sin dudas Lope de Vega (1562-1635). Su vida es en sí misma una novela de aventuras que tiene todos los condimentos: éxito, riqueza, secretos de alcoba, duelos, crímenes, hijos no reconocidos, engaños, cárcel, destierro, fama, un talento literario sin igual para abordar los más diversos géneros y una vida que se cierra cuando el viejo pecador decide pasarse al bando de dios y toma los hábitos.

Sí, todo eso entra en los setenta y tres años de su existencia y más, mucho más desde lo artístico. Creó, por “prepotencia de trabajo”, el teatro español del que fue y sigue (creo) siendo su más cabal representante. Su obra dramática supera las mil piezas, ocho novelas, más de tres mil sonetos y podríamos continuar enumerando una obra ciclópea. Lo primero que uno se pregunta es cómo hacía para llevar una vida tan intensa y a su vez tener semejante producción, ése es un secreto que nadie ha podido develar y que habla del talento y la fecundidad sin igual de Lope.

Talento para vivir (en una época que esto era impensable) del producto de sus obras, para ello montó un verdadero circuito comercial para la representación de sus obras. Como buen amante de la vida—y aquí nos vamos acercando al tema del título de la columna—Lope también era un gran gourmet y mucho de su conocimiento culinario está diseminado en sus comedias.

Un ejemplo de ello es en “Peribáñez y el comendador de Ocaña” lo que dice Casilda: “Salimos donde ya está/dándonos voces la olla,/ porque el ajo y la cebolla,/ fuera del olor que da/ por toda nuestra cocina, /tocan a la cobertera/ el villano de manera/ que a bailarle nos inclina.”

Lope de Vega en la obra “El hijo de los leones" nos ofrece una de las descripción literaria muy detallada de uno de los platos más representativos de la cocina española, la “olla podrida”, una especie de guiso basado en judías rojas cocidas en olla de barro durante varias horas, luego se le añaden chorizo, tocino, morcilla y partes de la cabeza del cerdo.

También era famoso en Madrid por su huerto, construido en los fondos de su casa. En él se cultivaba todo tipo de verduras ya que el escritor gustaba mucho de las comidas con vegetales y en sus obras hay frecuentes referencias a ellas, especialmente las patatas (papas), el repollo y los pimientos. Muy conocida era su afición por los espárragos, algunos sostienen que eran infaltables en su cena, acompañados por huevo duro, pimentón y aceite de oliva.

Lope, como buen autor popular que era, tiene en cuenta los sabores e ingredientes más conocidos a la hora de incorporarlos a sus comedias; así es frecuente que sus personajes utilicen para su cocina, además de los ejemplos mencionados, el tocino, infaltable en la cocina del barroco español.

Abundan los ejemplos y muestran el amplio conocimiento en la preparación de todo tipo de platos por parte del “fénix de los ingenios” como se lo llamaba en la época.

(La imagen corresponde al interior de la casa de Lope en Madrid)

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