El género policial



¿Cómo lee la tradición un corpus de obras con características nuevas que marcan una ruptura con las convenciones que ha establecido esa misma tradición? En algunos casos lo ignora, el corpus permanece silenciado; en otros casos esa tradición bastardea al corpus innovador desde diversos ángulos. Ediciones de baja calidad, ausencia de circulación por circuitos de prestigio, y en el caso de otras lenguas, malas traducciones, fragmentarismo, etc.


Algo de eso sucedió con el género policial en Argentina. Un género que a pesar de haber tenido algunos precursores ilustres como Paul Groussac, Eduardo Holmberg y ya entrado el siglo XX, Quiroga y Arlt; y colecciones como Misterio y editoriales que fomentaron la lectura del policial, ese género no se consolidó por las razones expuestas en al párrafo precedente.


El policial entra en el territorio de la literatura argentina cuando Borges y Bioy Casares fundan en 1944 la colección Séptimo Círculo de la editorial Emecé. Lo nuevo está en la pretensión de alcanzar otro público, también en la elección de escritores de cierto renombre y en cuidadas traducciones. Prevalece en esta colección el policial de enigma, la resolución de un delito por medio de la inteligencia.

Es decir, una tradición local muy corta, con un número creciente de lectores y escaso aporte de los escritores vernáculos. Recién en 1952 se publica “Diez cuentos policiales argentinos”, la primera antología del policial a cargo de un ilustre del género, Rodolfo Walsh.


Tanto Borges, Bioy como Walsh rescatan el policial inglés, ese policial de pistas verdaderas y falsas, que pone en evidencia la superior inteligencia del investigador.


A mediados de la década del 60', la producción y la difusión de textos policiales era casi en su totalidad del estilo del policial tradicional. Circulaban malas traducciones y en colecciones muy desprestigiadas, autores estadounidenses como Hammet, Chandler y otros, que habían renovado el género; pero que en Argentina no tenían ningún tipo de repercusión masiva en lectores y escritores. Se leían estos textos con las pautas y criterios del relato de enigma, por eso eran rechazados como textos confusos, aproximaciones fallidas, y sus actores ignorados.


Es en este momento cuando la figura de Ricardo Piglia adquiere un relieve singular en la historia del género. Su propósito es instalar una nueva forma de leer estos textos que no se entienden plenamente, para eso fue necesario montar una operación editorial que tuvo varias características:

a) lanzar una colección exclusivamente dedicada a los autores del 'hard boiled', la misma llevaba el título emblemático de “Serie Negra” en la editorial Tiempo Contemporáneo (1969).

b) otro elemento esencial en la configuración del policial negro es la traducción, y en esta colección se puso especial cuidado en respetar el texto, en ser fiel a los caracteres particulares que todo un grupo de autores destacaba.

c) La presencia junto a la ficción de prólogos y estudios preliminares tienen implícita una intención didáctica para los lectores.


Así la intuición, la inteligencia y la habilidad editorial y crítica de Piglia supuso la creación de un nuevo corpus en el que abrevaron las siguientes generaciones de escritores argentinos.

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