ALFONSINA
Es octubre. Es de madrugada y la tormenta arrecia. Hace frío. Es de esas noches dignas de cuentos o novelas de terror. Se ha decidido porque el dolor es insoportable y porque el horizonte es más negro que la tormenta. Es hoy. Es ahora. “Antes que el monstruo que llevo adentro siga anunciándose a cada momento y me devore completamente” . Piensa en Sísifo y en el mito. Ese es un buen resumen para su vida, se dice. Siempre acarreando esa enorme piedra montaña arriba para dejarla caer al valle y vuelta a empezar. Esa misma piedra que ya siendo una adolescente le tocó empujar para subsistir después de que la fortuna familiar se extinguiera como la espuma de este mar que ronca sobre la arena. Le llegan imágenes de Rosario, del magisterio, de su amor por la enseñanza y sobre todo de las letras, de la poesía que comenzó a escribir allá en San Juan, cuando era una niña apenas. En eso piensa Alfonsina esta madrugada inclemente y también en el amor, ese que se fue rápido y le dejó a Aleja